List Boletincientec
[Previous by Date] [Next by Date] [Previous by Thread] [Next by Thread]
See also: [Index by Date] [Index by Author] [Index by Subject] [Index by Thread]

[boletincientec] Identidad y desarrollo



Boletín CIENTEC, julio 2007   San José, Costa Rica

Consulte el archivo

 
CIENCIA Y BIENESTAR: DEL ASOMBRO A LA CIUDADANÍA
Reunión Regional Latinoamericana, 28-29 de Junio de 2007
Universidad de Costa Rica, Organizadores

MESA REDONDA: Identidad y desarrollo,
influencias globales en las aspiraciones y capacidades.

 

IMPORTANCIA DE LA CIENCIA EN EL DESARROLLO DE LA IDENTIDAD
Dr. Luis Camacho. Presidente, Asociación Costarricense de Filosofía




1. Desarrollo e identidad como ideas filosóficas.
2. Identidades asesinas, identidad y violencia.
3. Hacia el desarrollo de la identidad.

1. Desarrollo e identidad como ideas filosóficas.

No es frecuente encontrar los términos identidad y desarrollo uno junto al otro. Las trayectorias de ambos conceptos en filosofía y ciencias son muy diferentes. Así, se empezó a hablar de desarrollo y de la diferencia entre regiones desarrolladas y subdesarrolladas en 1949, luego el debate se centró en la formulación de  modelos de desarrollo a partir de la obra de W. W. Rostow  titulada Stages of Economic Growth (1960), y el papel de la ciencia en los procesos de cambio socio-económico entró en la discusión filosófica  mundial poco después. La importancia del tema se vio claramente en el Congreso Internacional Extraordinario de Córdoba, Argentina, en 1987, donde tanto el lógico finlandés Georg von Wright, discípulo de Wittgenstein, como el marxista Mihailo Markovic, del grupo Praxis,  escogieron la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo como tema de sus presentaciones.

Cuando un concepto como el de desarrollo se vuelve filosófico es porque se convierte en un paquete de ideas teóricas con valoraciones que varían según cada enfoque, lo que hace que cuando el concepto-paquete se abre, los valores afectan  la desagregación de los aspectos teóricos porque según sea el valor que se toma como más importante así es la manera como se acomodan los aspectos descriptivos del concepto.  Además, el concepto de desarrollo comparte con otros conceptos filosóficos, particularmente verdad y cultura, la propiedad de ser reflexivo o recursivo: hay teorías  desarrolladas  y subdesarrolladas del desarrollo, teorías verdaderas y falsas sobre la verdad, teorías cultas e incultas sobre la cultura. La filosofía es - entre otras cosas- la lucha por conseguir una visión verdadera sobre la verdad, una visión culta sobre la cultura, una visión desarrollada del desarrollo.  Tanto con los  conceptos-paquete como con los conceptos reflexivos ocurre algo peculiar, la constante necesidad de redefinirlos. No nos sirven  las definiciones de diccionario  ni satisfacen a ninguna de las partes en conflicto porque cada cual sigue una u otra teoría compleja de la cual se deriva la definición, y no al revés. Es natural que cada vez que alguien hable de la cultura tienda a definirla, algo que no le ocurre a otros conceptos de contornos mejor establecidos, como deporte, arte, mercado, economía, etc.
En cuanto a la identidad, si bien este concepto ha sido un tema filosófico desde el comienzo mismo de la filosofía,  y  ha dado lugar a algunas de las más extrañas tesis filosóficas, cuando se plantea en relación con problemas sociales suele hacerse dentro del contexto de la cultura, tema que adquirió gran relevancia a raíz de la declaratoria de los años 1988-1997  como Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural, hecha por la UNESCO, y como asunto principal  del Congreso Mundial de Filosofía de Montreal en 1983. La cultura se ve entonces como fuente de la identidad, en la medida en que  proporciona arraigo a los individuos dentro de un ambiente que se autodistingue de los otros. Como lo señaló muy bien Jean Ladrière, cultura y tecnología funcionan en direcciones opuestas: la cultura tiende a la diferenciación entre grupos y personas, mientras la tecnología, al contrario, tiende a la homogenización de objetos y procesos.

El filósofo W. van O. Quine había acuñado antes la bien conocida frase sin identidad no hay entidad.  Aunque la frase es más sorprendente que aclaratoria, podemos entenderla en el sentido de que si conocemos que algo existe debemos ser capaces de identificarlo en cuanto diferente a los demás. Esto supone que la frase está incompleta: deberíamos decir que sin reconocimiento no hay identificación, sin identificación no hay identidad y sin identidad no hay entidad. Que la cultura  entendida como arraigo permita la identificación es generalmente aceptado: cuando hay pérdida de cultura hay crisis de identidad. En la práctica, los grupos identifican a sus miembros, pero cuando los grupos se desintegran sus miembros sienten que han perdido algo importante.

¿Cómo nos identificamos a nosotros mismos y los demás?
Desde pequeños los nombres propios nos distinguen a cada uno, y desde tiempos lejanos los filósofos se han fijado en varias características curiosas de los nombres propios: no pertenecen a ningún lenguaje en particular,  son opacos en su referencia, aparecen en las enciclopedias pero no en los diccionarios y no se agotan en las  descripciones definidas por más que podamos identificar descripciones definidas con nombres.

Este es el segundo camino para la identificación, el de las descripciones definidas, que sirven para singularizar a un único individuo. Autor de Cien años de soledad es una descripción definida que solo se aplica a un individuo, Gabriel García Márquez.

A veces podemos sustituir descripciones definidas con varias descripciones que no son definidas pero que en forma conjunta solo se aplican a un individuo. Maestro de Platón, de nariz achatada y con una esposa abusiva es una descripción  que solo se aplica a un individuo en toda la historia de la humanidad, Sócrates.   Tenemos, pues, cuatro combinaciones posibles desde el punto de vista de la identidad  individual  entendida  como operación :
a) Nombre propio con nombre propio o su equivalente (en países como el nuestro, donde cada uno tiene un número de cédula, éste funciona como un nombre propio rígido que funciona incluso después de que dejamos de existir). Ejemplos de este primer tipo de identidad ocurren cuando decimos que Gabriel García Márquez es Gabo o que Lenin se llamaba en realidad Vladimir  Ilych Ulianov.

b) Nombre propio con descripción definida, como cuando decimos que Miguel de Cervantes es el autor de Don Quijote, o que  George W. Bush es el presidente de los Estados Unidos en 2007.

c) Descripción definida con descripción definida, como cuando decimos que el Premio Nobel de Literatura en 1982 es el autor de Cien Años de Soledad.

d) Conjunto de descripciones no definidas (es decir, que podrían aplicarse a más de un individuo) pero que se aplican solo a uno cuando se juntan. Esta es la identidad individual de cada uno de nosotros, que contiene elementos rígidos como el número de la cédula y elementos cambiantes como edad, dirección, ocupación, etc. Estos elementos  cambiantes  son  comunes  a  muchas  otras  personas, pero la combinación en cada momento es única de cada individuo, y cuando el conjunto de datos se utiliza para beneficio de otra persona sin conocimiento del referente al que se aplican hablamos de robo de identidad.

Aunque todo cuanto existe son individuos, la combinación de individuos genera propiedades en éstos que no se darían si no estuvieran juntos. Así aparece la identidad grupal, tribal, nacional o regional.

Es muy fácil en teoría conectar la idea de desarrollo con la de cultura y, en forma derivada, con identidad.  El desarrollo permite a los individuos sentir seguridad en todos sus aspectos (alimentaria, en el acceso a la educación y la atención médica, en protección a la propiedad, en la integridad corporal, etc), mientras la cultura proporciona el arraigo en un grupo dentro del cual el individuo encuentra apoyo y estima. Como los grupos sociales se subsumen o se superponen unos dentro de otros (familia, escuela, pueblo, barrio, instituciones variadas, estado, región, etc.) la identidad se concibe aquí en forma abierta, dinámica y expansiva.

En la práctica, sin embargo, aún en las mejores condiciones hay conflictos. El psicólogo Kenneth J.Gergen, en su libro The Saturated Self (1991) estudió el dilema que se le presenta a la identidad cuando el yo individual se ve saturado de innumerables reclamos por parte de la vida contemporánea. Gergen acuñó una frase que recoge el problema :The saturated self is no self at all.

Por otra parte y desde el punto de vista social, hay toda otra serie de conflictos.  Los valores de diferentes grupos  a los que pertenece el individuo no  siempre coinciden, las culturas no siempre están dispuestas a convivir en paz, y por tanto  en la vida cotidiana, nacional e internacional, el conflicto está siempre presente y parece estar en aumento.
 

2. Identidades asesinas, identidad y violencia.

De ahí que en los últimos años el término identidad ha empezado a aparecer en compañía de adjetivos inesperados. Identidades asesinas es el título de la obra de 1999 del escritor franco-libanés Amin Maalouf donde examina el fenómeno de la radicalización de algunos grupos marginados. Vale la pena citar el comienzo del libro de Maalouf porque planea con precisión el problema:
 

Cuando me preguntan qué soy en lo más hondo de mí mismo, están suponiendo que en el fondo de cada persona hay sólo una pertenencia que importe, su verdad profunda de alguna manera, su esencia, que está determinada para siempre desde el nacimiento y que no se va a modificar nunca; como si lo demás, todo lo demás- su trayectoria de hombre libre, las convicciones que ha ido adquiriendo, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus afinidades, su vida en suma - no contara para nada. Y cuando a nuestros contemporáneos se los incita a que afirmen su identidad, como se hace hoy tan a menudo, lo que se les está diciendo es que rescaten del fondo de sí mismos esa supuesta pertenencia fundamental, que suele ser la pertenencia a una religión, una nación, una raza o una etnia, y que la enarbolen con orgullo frente a los demás.


Nótese que los grupos mencionados son estáticos, y que en la visión de las cosas que Maalouf describe con tanta elocuencia se supone que el individuo no debe cambiar de religión, ni de nación, ni de etnia, porque entonces perdería su identidad.  Este carácter estático y rígido, donde la institución social está por encima del individuo y es más importante que éste, es un componente fundamental de la identidad excluyente.

El siguiente paso es fácil de prever. Cuando la identidad excluyente se vuelve  intolerante y agresiva, acaba en identidad asesina. Es muy fácil poner como ejemplo la intolerancia de algunos grupos islámicos en nuestros días, pero recordemos que hace apenas poco más de 300 años los mismos odios entre sectas, la misma agresividad hacia los de afuera, la misma violencia contra herejes, paganos y cismáticos, tenía lugar todos los días en los países cristianos de Europa. Bástenos con recordar que cuando filósofos como Leibniz y Voltaire trataron de contribuir al fin de las violentas luchas religiosas en Europa pusieron como modelo de convivencia la lejana China, un enorme reino en paz, armonía y tolerancia en aquella época.

Si la identidad puede llegar a ser asesina, conviene detenerse en la idea de que todos tenemos una identidad moral.

Jonathan Glover, en su extraordinaria obra de 1999  Humanity, A Moral History of the XXth Century  introdujo la noción de identidad moral para referirse a la imagen que tenemos de nosotros mismos en relación con lo que nos sentimos capaces de hacer y lo que no haríamos en circunstancias normales.  La identidad moral puede modificarse, romperse, bloquearse o anularse con múltiples procedimientos de propaganda y acondicionamiento.  El término que utiliza es el de tribalismo, y en todo caso los resultados son semejantes a los de la identidad asesina: la mentalidad tribal únicamente reconoce como semejantes a los del mismo grupo, con exclusión de los otros, considerados por debajo de la condición normal entre  humanos.

Más recientemente Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, ha publicado una obra con otro título muy llamativo, Identidad y violencia. Según Sen, los grandes conflictos y las numerosas atrocidades de los últimos años han dado lugar a una atmósfera de confusión e incertidumbre.  Cada vez más vemos el mundo como un conjunto de religiones y culturas en trayectoria de colisión inevitable. Pero una de las razones por las que el mundo se ha vuelto tan peligroso y conflictivo es, precisamente, la suposición de que las personas pueden ser clasificadas sobre todo según la religión o la cultura. En  coincidencia con el texto de Maalouf citado previamente, argumenta Amartya Sen en este libro que el conflicto y la violencia actuales se mantienen, ahora con más fuerza que en el pasado, por la ilusión de una identidad única y por la creencia en la existencia de una clasificación correcta que ignora la relevancia de otras formas más allá de las culturas y de las religiones en las que los individuos están inmersos desde el nacimiento y se perciben a sí mismos cotidianamente, tales como el género, la profesión u ocupación, la clase social, la lengua materna y la moral, por mencionar sólo algunas. A consecuencia  del análisis de temas tan actuales  como el multiculturalismo y el fundamentalismo, así como el terrorismo y la globalización, Sen plantea la necesidad de una comprensión sensata de la libertad humana como único modo de combatir lo que llama el arte de crear odio, cada vez más extendido, que se afirma en el poder mágico de una identidad dominante que nos posee, en vez de poseerla nosotros a ella.
Además de estas obras donde se exponen teorías generales, también han sido estudiados casos particulares de consolidación de identidades asesinas bien conocidas. ¿Cómo explicar la transformación de millones de alemanes en nazis en los años treintas?  Peter Fritzsche, en su interesante libro De alemanes a nazis , se remonta al esfuerzo bélico en Alemania durante la Primera Guerra Mundial y a los mecanismos de supervivencia después de la derrota  como antecedentes remotos de una organización social que más tarde combinaría el resentimiento con el deseo de venganza dentro de una comunidad  cada  más cerrada, intolerante y agresiva.

Pero el proceso afortunadamente puede darse también en dirección contraria, hacia identidades incluyentes, tolerantes, solidarias. Aquí la pregunta es parecida a la que se formula Fritzsche y la respuesta debe ser semejante, aunque los resultados sean diametralmente opuestos.

¿Qué ideas, procesos y realidades hicieron posible que pocos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial,  y en particular después del Pacto de Roma en 1947, franceses y alemanes empezaran a verse como europeos, y no como enemigos destinados a destruirse mutuamente?
Con menores connotaciones positivas o negativas tenemos el fenómeno que ocurre cuando desaparecen unidades políticas.  No hace mucho hemos visto la transformación de yugoeslavos en  eslovenos, croatas, serbios, bosnios, macedonios, kosovares y montenegrinos.  El cambio de identidad suele ser el resultado de procesos políticos, mientras por el contrario el desarrollo es un proceso en el que se junta el crecimiento económico con el cambio social. Los procesos por los que la gente empieza a identificarse de diferente manera (iraníes en vez de persas, etíopes en vez de abisinios, bosnios en vez de yugoeslavos, musulmanes bosnios en vez de bosnios musulmanes, bolivarianos en vez de simplemente venezolanos, etc) son procesos políticos que aunque tengan explicación parcial en términos económicos no se reducen a procesos de producción y distribución de bienes y servicios.
 
 
 
3. Hacia el desarrollo de la identidad.

Lo anterior nos lleva de vuelta al tema del desarrollo, entendido como crecimiento económico combinado con cambio social.

Así entendido, el desarrollo es continuación de las revoluciones científica y tecnológica. Sin la tecnología y la ciencia no  se hubiera producido el incremento de la productividad y el paso de la sociedad tradicional a la industrial que vemos ocurrir en un país tras otro desde fines del siglo XVIII. Este proceso, por supuesto, va asociado con el colonialismo, la expansión del capitalismo y los conflictos tanto entre países capitalistas como entre regiones de diferente estructura económica. Pero lo que nos interesa aquí es señalar que ninguno de los parámetros con que se mide el desarrollo en nuestros días (tasa de alfabetización, expectativa de vida al nacer, ingreso per cápita) podría mejorar si de repente desapareciera la ciencia. Tal vez no esté tan clara  esta afirmación en lo relativo a la educación e ingreso per cápita, pero es fácil ver que es verdad en relación con la expectativa de vida al nacer. Sólo en naciones donde se aplica una cuidadosa atención médica esta expectativa es alta en promedio, y para ello se requieren numerosos productos y procesos que tienen que ver con la ciencia, tales como  vacunas, fármacos, instrumental médico, etc.  Por eso, preguntarnos sobre el desarrollo es también preguntarnos sobre el impacto de la ciencia en la manera como nos vemos a nosotros mismos en cuanto ciudadanos de naciones en procesos de desarrollo.

Desde tiempos de Leibniz se ha dado la vinculación de la ciencia con la ampliación de horizontes locales y con la búsqueda de relaciones entre culturas en vez de promover conflictos. La necesidad de la ciencia para promover el desarrollo se vuelve universal si consideramos a los seres humanos como un conjunto con los mismos derechos; si quitamos esta premisa, entonces acabamos con aberraciones como la ciencia aria, tal como la veía Hitler, para quien la ciencia correcta era producto de una única cultura, a saber la de los arios, fuera del alcance de los demás.
 

Para entender por qué la ciencia puede ser un poderoso factor de desarrollo de la identidad conviene recordar las diferencias entre bienes materiales y culturales, o entre entidades concretas (sujetas al espacio y al tiempo) y abstractas, que escapan a las limitaciones espacio-temporales.


Es típico de los bienes culturales la posibilidad de ser compartidos indefinidamente sin que disminuyan o desaparezcan. A diferencia del pedazo de pan, que desaparece cuando se consume, la receta para hacerlo no desaparece cuando alguien la usa. El caso de los idiomas es fácil de entender, aunque más abstracto. Cada nuevo idioma que aprendemos nos permite conocer otras culturas sin reducir necesariamente el apego a la nuestra. Lo mismo ocurre con otros elementos de la cultura, como las costumbres culinarias, los modos de vestir y las expresiones culturales, en particular el arte. Podemos incorporar tradiciones diferentes en cada uno de estos ámbitos sin necesidad de renunciar a ninguno. En cambio, hay otros aspectos de la vida humana que son excluyentes. El caso más obvio es el de la religión. Definirse como miembro de una iglesia, culto o religión excluye la pertenencia a otra iglesia, culto o religión. Más aún, típicamente las religiones castigan el cuestionamiento de sus doctrinas, se consideran verdaderas con exclusión de las demás e incluso llegan a rechazar severamente al desertor, y allí donde controlan el poder civil llegan a castigar como delincuentes a quienes abandonan el grupo de los creyentes o a quienes intentan convertirlos a otras creencias. De modo que hay una profunda diferencia entre elementos de la cultura como la lengua o las expresiones artísticas, que se pueden universalizar para incluir a las demás personas sin límites, y la religión, que solo llega a tolerar competencia cuando se ve forzada externamente.

¿Qué decir de la ciencia?  Por una parte entre teorías científicas sobre el mismo objeto hay exclusión de las demás, a diferencia de lo que ocurre con las lenguas y el arte y a semejanza de lo que ocurre con la religión. No sería posible para un mismo científico sostener la teoría t1 sobre el objeto O  al mismo tiempo que sostiene la teoría t2  sobre ese mismo objeto, cuando ambas teorías se excluyen lógicamente entre sí. Pero, a diferencia de la religión, la ciencia como institución o conjunto de instituciones - y en cuanto diferente a los individuos-  asume teorías e hipótesis con sentido crítico y está dispuesta al cambio cuando sea necesario. Como actividad organizada se basa en la crítica y análisis de las doctrinas, de modo que la refutación de una hipótesis o teoría no es una acción perseguida por la comunidad cientifica en cuanto parte de la comunidad mundial (aunque podría serlo por fuerzas políticas totalitarias, como ocurrió en la Unión Soviética con Lysenko y en la Alemania Nazi con la llamada ciencia aria). Por esta razón, en el momento en que los partidarios de una teoría se cierran a la discusión y se niegan a aceptar refutaciones a sus hipótesis o casos que no encajan en sus teorías tenemos paradigmas en crisis según Thomas S.Kuhn, programas degenerados en la expresión de Imre Lakatos, o pseudociencia según Karl Popper.

Así, lo que vemos en la historia de la ciencia es un proceso constante de cambios y ajustes en las teorías, a veces para sustituir unas por otras como ocurre cuando la termodinámica elimina las explicaciones del calor en términos de flogisto o calórico, a veces para modificar los detalles de una en vista de nueva evidencia, como en el caso de la vieja teoría atomista o del heliocentrismo, que aunque triunfantes después de muchos siglos después de haber sido vislumbradas no son exactamente lo que dijeron  Demócrito y Aristarco de Samos, respectivamente.
 
 

Tener identidad es diferenciarse de los demás. La primera manera de diferenciarse es por la participación en las características de un grupo, como el de la tribu, la nación o la comunidad. Este tipo de identificación espontánea desaparece cuando hay una fuerte homogenización de las costumbres, que a su vez es una consecuencia de la difusión de la tecnología. Es bien conocida la contradicción entre la tecnología y la cultura. Mientras la tecnología homogeniza y estandariza todo, pues de otro modo no sería ni rentable ni práctica, en cambio la cultura diferencia y singulariza.  La homogenización de la tecnología alcanza su máxima expresión en la globalización. Superficialmente el mundo entero se parece cada vez más porque el funcionamiento de la tecnología así lo requiere; de otro modo no sería rentable para quienes la producen ni útil para quienes la consumen. Bastaría con imaginarse qué ocurriría si las especificaciones de aparatos y procesos fueran diferentes en cada país, como de hecho lo fueron en otro tiempo, cuando había una incompatibilidad entre artefactos e instrucciones.

Aquí el peligro y la tentación consiste en reducir la diversidad simplemente en asunto de preferencias de mercado. Para cada grupo que constituye una cultura o subcultura, bien sea por edad, nacionalidad, preferencia sexual o cualquier otro parámetro de diferenciación y unificación de los miembros del grupo, habría un nicho de mercado. La diferenciación existiría entonces como estrategia de mercado, y la cultura estaría en función del consumo. La preferencia de los consumidores sería la principal manifestación cultural, en un mundo en que las viejas identidades profundas derivadas de relaciones primarias habrían sido sustituidas por identificaciones que resultan de escogencias personales. En vez de identidad profunda, lo que tendríamos sería identificación superficial y transitoria.

¿Sería esto necesariamente malo? Si tenemos en cuenta los males que han surgido de las identidades profundas, y en particular de las identidades asesinas, no parece tan grave el cambio.   Podría ser, sin embargo, que las identidades profundas no desaparezcan con la globalización, sino que simplemente se oculten esperando el momento  propicio  para  manifestarse.  En tal caso, la globalización sería como el ecumenismo y el multiculturalismo, extendidos por kilómetros pero con una profundidad de centímetros.

Volvamos al ejemplo dado al comienzo de cómo podemos identificar a los individuos. El nombre Sócrates se puede hacer equivalente a  la conjunción de tres características contingentes: maestro de Platón, de nariz achatada y esposa abusiva. Así lo identificamos nosotros, pero por supuesto sería un grave error si Sócrates se identificara a sí mismo como sinónimo de esos tres atributos. Mientras las clases y los universales son limitados en comprensión aunque a veces ilimitados en extensión, en cambio cada individuo es único en extensión pero ilimitado en sus aspectos. Además, la identidad está en continuo proceso de enriquecimiento.
 
 

Ahora tomemos una frase de Amartya Sen en el libro mencionado arriba: tener identidad es tener la ilusión de un destino. Si el destino es la dominación de los demás o la destrucción de otros grupos entonces nuestra identidad será  excluyente, agresiva e incluso asesina. Ese es el proceso descrito magistralmente por Fritzsche en su libro ya citado De alemanes a nazis. Si, por el contrario, el destino es compartir el conocimiento y la sabiduría con los demás para la solución de los problemas comunes, nuestra identidad será incluyente. Esto es lo que encontramos, por ejemplo, en la carta de Leibniz de 1716 al zar  Pedro el Grande de Rusia, pidiéndole que funde una academia de ciencias que sirva de  intermediario entre la ciencia europea y la china, para bien de la humanidad.  En nuestros días, después de la utilización de la ciencia para fines nacionalistas, esto exige una visión también de la ciencia orientada al desarrollo como ampliación de las oportunidades de todos los seres  humanos.

Hemos pasado de una consideración yuxtapuesta de las nociones de desarrollo e identidad al comienzo de este artículo, a una visión integrada de ambas ideas. 

El desarrollo no es solo crecimiento económico y cambio social; también es desarrollo de la identidad.
Si no se desarrolla, la identidad se vuelve rígida y peligrosa. Entre los factores que hacen posible tal desarrollo, la ciencia es uno de los más importantes.
 
 
 

Bibliografía
-Fritzsche, Peter.  De alemanes a nazis 1914-1933 (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2006)
-Gergen, Kenneth. The Saturated Self (Nueva York Basic Books, 1991)
-Glover, Jonathan. Humanity, A Moral History of the XXth Century
(New Haven y Londres: Yale University Press, 1999)
-Ladrière, Jean. El reto de la racionalidad, la ciencia y la tecnología frente a las culturas (Salamanca: Ediciones
Sígueme, 1978)
-Maalouf, Amin. Identidades asesinas (Madrid: Alianza, 1999)
-Rostow, W. W. Stages of Economic Growth , A Non-Communist Manifesto  (Cambridge: At the University Press, 1960)
-Sen, Amartya Identidad y violencia,ética política en la era de la globalización  (Buenos Aires: Katz Editores, 2007).
 
 

ORGANIZADORES
La Reunión Regional Latinoamericana CIENCIA Y BIENESTAR: DEL ASOMBRO A LA CIUDADANÍA  fue organizada por la Academia Nacional de Ciencias de Costa Rica, la Universidad de Costa Rica, e Innovación en la Enseñanza de la Ciencia, A.C. (INNOVEC) en forma conjunta con la Academia Mexicana de Ciencias, la Fundación México Estados Unidos para la Ciencia, A.C. (FUMEC), la Fundación CR-USA, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México, la Secretaría de Educación Pública de México y la Red Interamericana de Academias de Ciencias (IANAS).
 

-------~~~~~~****~~--- -------~~~~~~****~~----------~~~~~~****~~--
       __
       /\_\ __     ___   __   ___        ____   ___   ___
       \/\ \\ \   /      /   /__   /| /   /    /__   /
       /\/_//_/  /___  _/_  /___  / |/   /    /___  /___
       \/_/
          Tel:(506) 233-7701 ó 258-3583, Fax:(506) 255-2182
          P.O.Box 8536-1000, San José, Costa Rica