[boletincientec] Estetica de las ideas

Boletín CIENTEC, marzo 2007   San José, Costa Rica

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Estética en las Ideas
Andrés I. Pozuelo Arce, publicado en La Prensa Libre, 16 febrero,2007

De algún lado me robé este consejo: Apodérate de cualquier idea que irradia inspiración o estimula tu imaginación. Devora películas, música, libros, pinturas, poemas, fotografías, conversaciones, sueños, árboles, arquitectura, señales callejeras, nubes, luz y sombras. Selecciona solo ideas de poderío que hablan directamente a tu alma. Si haces esto, tu trabajo (y robo) será auténtico. La autenticidad es invaluable, la originalidad no existe. No te esfuerces por esconder tu apoderamiento, celebra si te parece. Como dice Jean-Luc Godard: ?Lo que importa no es de dónde sacaste las ideas, sino adónde las llevas?.

Evolución y selección natural, principio de incertidumbre, ley de la relatividad, mecánica newtoniana, mecánica cuántica, teorema del limite central y, por supuesto, E=MC2 son todas maravillosas ideas formuladas a través del tiempo, gracias a la combinación de aportes acumulativos de mentes increíbles que no pusieron limite a su imaginación ni al deseo de acrecentar el conocimiento científico. Es imposible obviar el fenómeno de que, aparte de su probada relevancia en tiempo y espacio, lo que ha hecho realmente que tales ideas trasciendan, más allá de su utilidad en el avance científico y tecnológico, consiste en su majestuosa belleza.

El concepto de estética en las ideas no es nuevo, al punto de que James March, el célebre profesor de Stanford, afirma que la elegancia de una idea puede ser más importante que su relevancia; y que su goce estético puede llevarlo a uno a niveles de entendimiento sobre la vida que transcienden inclusive el uso práctico. Quizás por esta razón encontramos, hoy en día, vocablos como bioeconomía o economía darwinista, darwinismo social o sociobiología, socialismo cuántico y otros, en múltiples tratados literarios que se apoderan de la estética universal de dichos enfoques con el objetivo de conseguir que su propia nueva idea alcance una parecida trascendencia en el mundo. Por mi parte, no veo ningún inconveniente en esto, excepto por el hecho de que, en más de una ocasión, autores irresponsables terminan desacreditando a los mismos científicos que dieron a luz estas ideas originales y las inscribieron en la historia.

Tomemos, por ejemplo, el término sociobiología o darwinismo social que ha sido utilizado en numerosos esfuerzos literarios y discursos políticos para demarcar posiciones antiigualitarias y anticooperativas, a la hora de tratar problemas sociales. Como efecto secundario, este mal uso terminológico acaba arrastrando por el piso el verdadero significado de las ideas de genios como Darwin, Lamarck y otros, quienes lejos de proponer que el altruismo o el cooperativismo no son parte de la dinámica de la evolución y adaptación en el contexto de la teoría de la evolución, enfatizan más bien el hecho de que parte esencial del fenotipo humano -que permite la sobrevivencia de nuestro genotipo- ha sido precisamente el comportamiento altruista con respecto a la propia especie.

Como indiqué anteriormente, el apoderarse de ideas no solo es beneficioso para presentar una nueva hipótesis: también sirve muchas veces al profundo designio de reforzar en uno mismo el conjunto de memorias asociativas y de modelos funcionales en nuestro cerebro. Pero acarrea igualmente el peligro de que podemos caer en la distorsión de la transmisión cultural y científica y de que así desnaturalicemos los aportes legítimos de grandes creadores y estudiosos. Por semejante razón, conviene estudiar bien el origen y contexto en el cual se han desplegado estas luces del conocimiento, con el fin de que no se extingan sus destellos y que continúen ejerciendo sobre nosotros el papel de ?faros? en el desarrollo mismo de la civilización.
 

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