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El virus de la influenza

 

Seres que nos habitan

Libia Herrero Uribe, Universidad de Costa Rica


Mi cuerpo, algo tan mío, tan íntimo, tan absolutamente personal y aun así, no tengo idea de sus maravillosos secretos. Intuyo su perfección por algunos de los placeres que me brinda y su imperfección por las angustias que me causa.

Sabemos tan poco de nuestros cuerpos. Podemos relacionarlo con factores del ambiente, pero no nos imaginamos lo íntimamente interconectados que están con todo lo que nos rodea. Este artículo trata de la relación de nuestros cuerpos con los microbios y como hemos evolucionado a través de la historia.

En realidad, los microbios nos habitan, convivimos con ellos, somos una sola cosa que camina, que vive, y que suspira. Se ha calculado que el cuerpo de una persona adulta está compuesto de alrededor de 1013 (10.000.000.000.000) células humanas, y que los microbios que nos habitan son 1014 (100.000.000.000.000). Es decir, nuestra flora microbiana, que vive en nuestro intestino, nuestra piel y nuestras mucosas es de 10 a 100 veces mayor que nuestras células humanas. Entonces, la pregunta es ¿quién parasita a quién? ¿Quién es quién? A donde está la línea que nos separa? Un todo que vive en el equilibrio dinámico: compitiendo y cooperando al unísono.

Cuando venimos al mundo, nuestro cuerpo debe inmediatamente ser colonizado por los microbios que circulan los aires o que habitan los diferentes rincones del cuerpo de las personas a nuestro alrededor. Por eso, en los últimos años se ha hecho hincapié en la importancia de poner el bebé inmediatamente en los brazos de la madre, ambos desnudos para que la/el bebé se alimente del pecho materno. De esta manera, son los microbios de la madre los que colonizan al bebé y no los microbios que deambulan por los hospitales, donde se concentran aquellos que producen enfermedades.

Frotis Vaginal. Tinción de Gram.

 

Los microbios de nuestra flora son simplemente otros seres con quienes compartimos este planeta. Igual que nosotros, necesitan un lugar donde vivir y comer, pues su propósito último es el de sobrevivir, de perpetuarse. Por lo tanto, las diferentes partes de nuestro cuerpo le sirven a los diferentes microbios de albergue, y se alimentan de sustancias que nosotros producimos. Algunas bacterias utilizan las sustancias que producen nuestras glándulas sudoríparas y sebáceas a nivel de la piel, produciendo muchos de los olores característicos de los seres humanos. Así la bacteria que habita la piel de los pies, produce el olor típico de esa zona, y el olor característico de ciertos quesos es producido por una bacteria similar a la de los pies.

Los microbios que habitan diferentes zonas del intestino, comparten los alimentos que ingerimos. Entre ellos compiten por alimentos y por espacio, y esta competencia no permite que otros microbios que podrían producir enfermedad se instalen y nos produzcan daño. La flora del intestino nos protege contra microbios capaces de producir enfermedades y puede proveernos de nutrientes, como es el caso de algunas vitaminas.

Lactobacillus bulgaricus, Utah State University

 

La relación que existe entre nuestra flora intestinal es tal, que estímulos que nos lleven a emociones fuertes, pueden alterar la composición de la flora fecal, haciéndonos susceptibles a enfermedades. Así como el estrés, ya sea emocional o físico nos bajan las defensas permite que algunos microbios o virus que viven con nosotros sin hacernos daño se reactiven causándonos síntomas como en el caso de los virus Herpes.

Ahora bien, la vagina, por ser un ducto que se comunica con el exterior, también es muy rica en microbios que la habitan normalmente. Aquí el equilibrio dinámico es más frágil, por lo tanto las infecciones vaginales por microbios autóctonos son más frecuentes. El habitante más común de la vagina de las mujeres entre la pubertad y la menopausia es una bacteria llamada lactobacilo. Los estrógenos que son producidos durante la edad fértil de la mujer, hacen que se acumule en las células que conforman la vagina, un compuesto que se llama glucógeno. Este es utilizado como alimento por los lactobacilos produciendo como producto final el ácido láctico. El ambiente vaginal producido por este ácido, no permite que otros microorganismos proliferen en estos tejidos y mantienen la vagina sana. Cualquier desequilibrio que ocurra, ya sea a nivel físico o emocional podría desarmonizar este balance y producir las infecciones vaginales.

Técnica de Fluorescencia de Lactobacilus

 

La presencia de estos lactobacilos en la vagina es muy importante durante el embarazo, pues la posibilidad de que se produzcan enfermedades vaginales decrece. Una disminución de estas bacterias favorece a infecciones y estas a su vez, favorecen el parto prematuro. Según estadísticas, las adolescentes solteras y mujeres de escasos recursos, y en general, aquellas que no desean sus embarazos, son en las que se ha observado más cantidad de partos prematuros, en comparación con el resto de las mujeres. Existen muchos factores para explicar este fenómeno, pero no se ha tomado en cuenta el efecto de las emociones sobre la flora bacteriana de éstas y en la influencia que esto puede tener en el término del embarazo.

Se ha demostrado además que los/as bebés que son alimentados por leche materna tienen una resistencia mayor a las infecciones gastrointestinales y respiratorias en comparación con aquellos niñas/os que son alimentados con leche de vaca o fórmulas sintéticas. Esto se debe a que la leche materna tiene un factor que estimula la multiplicación de unas bacterias que se llaman bifidobacterias. Estos microbios son adquiridos por la/el bebé cuando éste pasa por el canal vaginal a la hora del parto, pues estas bacterias también son habitantes normales de la vagina. Las bifidobacterias cuando metabolizan los nutrientes que contiene la leche materna que ingiere la/el bebé, producen grandes cantidades de ácido láctido, el cual mantiene un ambiente de acidez en la mucosa intestinal, no permitiendo el crecimiento de otros microorganismos que pueden producir enfermedades.

Cultivo de un frotis vaginal

 

Obviamente, existen otros factores muy importantes en la leche materna que ayudan a proteger al recién nacido/a, como anticuerpos específicos contra ciertas bacterias y virus que producen diarreas, células dedicadas a la inmunidad, factores que ayudan a mantener la acidez en el ambiente intestinal y otros. Pero la maravilla del cuerpo femenino capaz de dar vida no se detiene ahí, pues las ventajas de la leche materna llegan también al aparato respiratorio. Se cree que la/el bebé al mamar, regurgita, depositando de esa manera anticuerpos de la leche materna en el tejido respiratorio.

Estos datos, entre muchos otros, solo nos demuestran como nuestros cuerpos son un organismo totalmente interconectado y armonizado con el ambiente que nos rodea. Dependemos íntimamente de nuestro ambiente externo e interno a nivel físico y emocional, que a su vez, actúa sobre nuestra flora microbiana, pudiendo causar cambios en su constitución y por lo tanto enfermedad. Nos dice, cuanta sabiduría se encierra dentro de nuestros cuerpos, como estos han evolucionado a través de la historia y han permitido que la especie Homo sapiens exista como tal. Demuestra también, la participación inequívoca del sexo femenino en la evolución de nuestra especie, no como accesoria, invisible o incluida dentro de la evolución del “hombre”, sino como parte absolutamente activa y decisiva.


Referencias

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Publicado originalmente por la Revista Casa de la Mujer. Año 5, No. 7, Mayo 1995
 


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página actualizada el 8 de febrero, 2006