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Biotecnología, una escogencia enriquecedora
Ana M. Espinoza Esquivel, Ph.D
CIBCM, Universidad de Costa Rica

 

Ana Mercedes Espinoza (der.) con estudiantes de maestría del CIBCM; Miriam Hernández, Ana María Xet y Claudia Muñoz.
Foto: cortesía del Programa CONICIT - BID
Debo confesar que acepté compartir mi experiencia personal como científica por una razón primordial, para motivar a las jóvenes en una de las decisiones más importantes para su futuro, la actividad profesional a la que les gustaría dedicarse.

Creo que el origen de nuestros gustos y destrezas posiblemente se remonta a la niñez y es el producto de las experiencias vividas. En etapas posteriores y de acuerdo con las circunstancias, esas destrezas y habilidades pueden potenciarse con los estímulos apropiados o, lamentablemente, resultar anulados si el entorno familiar y educativo no son favorables.

HUELLAS DE MI NIÑEZ

En mi caso particular, mis primeros acercamientos con el mundo científico ocurrieron cuando era una niña, cuando aún era posible escaparse todas las tardes durante las vacaciones a caminar o andar en bicicleta, sin ningún peligro.

Yo crecí en Heredia, en un barrio hoy muy céntrico pero que en ese entonces era el límite de la ciudad. A los 100 metros de mi casa empezaban los potreros, un completo paraíso para nosotros: ahí colectábamos hojas para formar colecciones, recogíamos larvas y capullos para observar cómo se transformaban, corríamos al aire libre escudriñando con enorme curiosidad todo ese verde y toda esa vida que nos rodeaba.

Siempre preguntándonos el por qué de las cosas y tratando de ver más allá de lo que nuestras mentes infantiles nos permitían, sin saber en ese momento --al menos yo-- que todo eso influiría años después, en alguna medida, en mi decisión sobre qué carrera universitaria escoger.

Ese "laboratorio" natural de los potreros se extendía a las propias casas, que en esas épocas tenían casi siempre un gran patio. Ahí continuaban, durante buena parte del día, las "investigaciones" con gusanos de ortiga y pájaros, desde nuestro puesto de observación en un árbol, o con arañas picacaballo, apetecidos especímenes de colección, que nos producían una mezcla de fascinación y espanto. El disfrutar de toda esta libertad, moldeó nuestro espíritu indagador y reforzó en nosotros el sentido de independencia, responsabilidad y liderazgo.

Ni qué decir de los paseos a los cafetales de mi abuelo en el Barreal de Heredia, una zona de rico potencial agrícola, hoy sepultada bajo urbanizaciones e industrias. Esos viajes serían mi primera aproximación a las giras de campo que realizaría años después, como parte del plan de estudios de mi carrera de Agronomía en la Universidad de Costa Rica. Creo que ahí quedó sellada mi atracción por la agricultura y mi admiración por los hombres y mujeres que cultivan la tierra.

LA INVESTIGACIÓN CONTINUÓ EN EL COLEGIO

La época colegial fue también muy importante para mis inclinaciones científicas, que iban tomando más forma. Hice la secundaria en el Colegio Saint Clare y tuve la suerte de que mi profesora de ciencias, una monja con gran entusiasmo, deseos de enseñar y dominio del tema, estimuló en nosotros el razonamiento y la derivación lógica, como formas de aprendizaje, por encima de la memorización. Aún sin acceso a un laboratorio completo, ella facilitó que hiciéramos experimentos y promovió nuestro contacto con los nuevos conocimientos y prácticas.

ESTUDIOS UNIVERSITARIOS, OPOSICIONES Y AVANCES

A finales de los años sesenta, cuando entré a la Facultad de Agronomía de la Universidad de Costa Rica, éramos sólo cuatro o cinco mujeres en toda la Facultad.

Para entonces había tenido que vencer la oposición de mi propia familia, que consideraba que esa era una carrera de hombres. La igualdad real no funcionaba muy bien en esos tiempos, e incluso algunos estereotipos se reforzaban en nuestros propios hogares. Obviamente los tiempos han cambiado, hoy las jóvenes disfrutan de una mayor apertura, en cuanto a los roles que pueden cumplir las mujeres en nuestra sociedad. Algo que deben aprovechar a su favor.

Había decidido estudiar Agronomía y estaba absolutamente claro en ese momento que la ciencia me marcaba el camino a seguir: sería una investigadora y de mi esfuerzo personal iba a depender el éxito que pudiera alcanzar.

DESARROLLOS PARALELOS: PROFESIONAL Y MADRE

Al ingresar a la universidad se consolidó todo mi interés por la ciencia. Dichosamente luego pude ampliar y fortalecer mi preparación con estudios de maestría en el posgrado de Biología de la UCR, además de otras experiencias en el exterior, como en el Instituto John Innes, en Inglaterra, donde hice mi doctorado en Virología de Plantas. Logré valorar así la importancia del contacto con otras culturas y fuentes de conocimiento.

Hoy me satisface recordar que cada uno de mis tres títulos trajo consigo un bebé. Simultáneamente con el nacimiento de mis hijo Andrés, obtuve mi licenciatura en Fitotecnia; a los cuatro años, al sacar mi maestría, llegó Sofía, y casi 10 años después, estando en Inglaterra, nació Lucía.

¿Es compatible el desarrollo profesional de una mujer con su realización como esposa y madre? Les puedo asegurar que sí lo es, siempre y cuando se fundamente en una buena escogencia del compañero de vida, en el apoyo mutuo, el respeto al desarrollo individual, el reparto equitativo de las tareas familiares y, cuando llega el momento, la comprensión de los hijos.

LA CIENCIA NO SE HACE AISLADAMENTE: MENTORES, EQUIPOS Y MÁS

Mis primeros proyectos científicos al regresar de Inglaterra fueron en virus de plantas desde su aspecto molecular, disciplina en la que tuve la influencia determinante de dos connotados científicos nacionales, a quienes el país debe grandes logros: el Dr. Rodrigo Gámez y el Dr. Pedro León. Bastó una única lección del Dr. Gámez sobre los virus de las plantas, durante mis estudios de Agronomía, para que me dijera a mí misma: esto es lo que yo quiero hacer. En cuanto al Dr. León, sus enseñanzas sobre la biología molecular, en mi maestría en Biología, terminaron de perfilar mi especialidad.

Actualmente dirijo un grupo de 20 personas entre ellos investigadores y estudiantes de posgrado en el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular, más conocido como CIBCM, ubicado en la Ciudad Científica de la Universidad de Costa Rica. El programa de trabajo de este grupo se centra en el cultivo del arroz, que es uno de los alimentos más importantes en la dieta no solo de los costarricenses, sino de millones de personas en todo el mundo, principalmente en Asia.

EL ARROZ Y LA INGENIERÍA GENÉTICA

El objetivo principal de nuestro trabajo es obtener una planta de arroz más sana y de mayor productividad, mediante la aplicación de técnicas modernas de ingeniería genética. ¿Y qué es la ingeniería genética? Como muchos lo saben, es la técnica mediante la cual podemos modificar la información genética de un ser vivo para agregarle una característica que le dé una ventaja, como por ejemplo resistencia a plagas y enfermedades. En el caso del arroz, lo que buscamos es que la planta sea resistente al ataque de los virus e insectos que afectan a este cultivo.

¿Y cómo es esa característica? ¿Cómo se introduce en la planta? La característica de resistencia al virus es una molécula de ADN y, en este caso, proviene de los mismos genes del virus. El "vehículo" para introducir esas moléculas son unas partículas de oro que se disparan con una pistola especial; el blanco es el núcleo de las células del arroz. La planta transformada se vuelve así resistente al virus.

BÚSQUEDA DE FUENTES PARA EL MEJORAMIENTO

Otra labor del grupo es buscar nuevas fuentes de genes útiles para el mejoramiento de este cultivo. La búsqueda se realiza en especies silvestres relacionadas con el arroz, que crecen en zonas bajas y húmedas del país, principalmente en los terrenos sujetos a inundaciones periódicas, conocidos como humedales, como por ejemplo los del Tempisque, Tortuguero, Caño Negro y Los Chiles.

VÍNCULO ESTRATÉGICO PARA EL DESARROLLO

En un país tan rico en recursos naturales como el nuestro, de gran tradición agrícola, en el cual la sociedad privilegia los esfuerzos por mantenerse a la vanguardia en el avance tecnológico, establecer un vínculo entre biodiversidad, biotecnología y agricultura resulta estratégico. En este sentido creo que nuestro grupo supo captar esa demanda y ha dirigido su acción al logro de ese objetivo.

EL CAMBIO DE VISIÓN NECESARIA

Por otra parte, pienso que la imagen del científico aislado e incomunicado está a punto de desaparecer. Actualmente se impone la visión de un científico integrado a equipos de trabajo multidisciplinarios, con amplias capacidades para el manejo de personal y la búsqueda de recursos, abierto al cambio y dispuesto a establecer alianzas con diferentes grupos, que esté al tanto de todo lo que se desarrolla en su entorno y en otras naciones relacionado con su propio quehacer. Sobre esto último, alguien por ahí apuntaba jocosa pero certeramente que cuando uno empieza a encontrar bonito San José o comienzan a parecerle coquetas las calles con tantos huecos, es hora de darse una vueltita por otros laboratorios y conversar con otras gentes para poner las cosas de nuevo en su correcta perspectiva. Hoy más que nunca debe el científico dudar de la opinión prevaleciente y atisbar con mayor cuidado los aires de cambio.

A tono con lo anterior, nuestro grupo está integrado por especialistas en diferentes disciplinas. Ya no es suficiente que yo aísle y caracterice los virus de plantas, requiero de la colaboración de entomólogos que investiguen la biología de los insectos que transmiten los virus y de un especialista en microscopía electrónica que, con amplificaciones de hasta 50.000 veces, pueda dilucidar las interacciones de los virus con las células que infectan. Y eso no basta: para entender el origen y evolución del virus de la hoja blanca del arroz, que causa grandes pérdidas en las cosechas de este cereal en la América Tropical, un historiador se dio a la tarea de dilucidar los detalles acerca de la introducción y diseminación del arroz en América y en Costa Rica. Pero aún hay más. La producción de plantas mejoradas por ingeniería genética requiere también de especialistas en temas de bioseguridad y propiedad intelectual; en el primero de los casos para cumplir con la legislación costarricense, y en el segundo, para proteger los descubrimientos que puedan ser comercializados.

Como parte de esa acción colaborativa, trabajamos además con otros investigadores de instituciones nacionales como el Instituto Nacional de Biodiversidad (INBIO) y el Centro de Investigaciones en Desarrollo Sostenible de la UCR y extranjeras como la Universidad de Cornell, en Nueva York. Para el financiamiento de nuestras investigaciones hemos contado con el aporte de la Fundación Rockefeller, la Comunidad Europea, el Instituto Internacional del arroz, el CONICIT y la Fundación para la Cooperación Costa Rica-Estados Unidos, entre otros. En un período de 10 años hemos logrado atraer un monto total de $1.450.000 que se dedicaron a infraestructura, compra de reactivos y equipo, y becas para estudiantes de doctorado. Ponemos todo nuestro esfuerzo para que toda esa inversión se traduzca, a mediano plazo, en beneficios concretos para la sociedad costarricense.

UNA NUEVA MISIÓN

Para concluir, quisiera compartir algunas reflexiones sobre el papel activo que debemos tener las mujeres para continuar abriéndonos paso, a base de preparación, iniciativa, liderazgo y solidaridad, en un mundo tradicionalmente dominado por hombres. Mucho se ha avanzado pero mucho queda por hacer para alcanzar esa igualdad, sobre todo en término de posiciones del más alto nivel. Por ejemplo, pese a que las universidades propician y facilitan mejor que cualquier otra institución tal igualdad de género, en 58 años de existencia de la UCR, ninguna mujer ha sido electa como rectora, y no ha sido por falta de capacidad. Siguen por lo visto existiendo sutiles barreras, obstáculos muchas veces inconscientes y hasta - paradójicamente- límites que nosotras mismas nos autoimponemos.

¿Cuántas luchas estarán por darse y cuántas de esas batallas les corresponderá encarar a las próximas? No lo sabemos, per sí está muy claro que no podemos voltear la espalda a la responsabilidad de cambiar esa realidad.

Por ello, invito a las jóvenes a que se detengan a contemplar nuestro maravilloso planeta, a tratar de contestar los cómo y los por qué que conducirán a revelar los misterios e incógnitas; las invito a avivar la curiosidad por lo desconocido y a experimentar el gozo del hallazgo.

Les aseguro que no se arrepentirán.


Este artículo es parte del estudio de "Los aportes de las mujeres al desarrollo científico y tecnológico de Costa Rica", impulsado por CIENTEC desde 1989, con respaldo del Fondo de Incentivos, Ley de Promoción del Desarrollo Científico y Tecnológico #7169, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el CONICIT, la Universidad de Costa Rica, el Instituto Tecnológico de Costa Rica, el Instituto de las Mujeres.

CIENTECÚltima actualización: 12 de octubre del 2000