CAPITÁN DE MAR Y GUERRA
CAPITÁN DE MAR Y GUERRA
(Master and commander: The far side of the world)
Dirección: Peter Weir
Producción: Samuel Goldwyn Jr. y Peter Weir
Guión: Peter Weir, basado en la novela homónima de Patrick O’Brian
Elenco: Russell Crowe, Paul Bettany
Música: Iva Davies, Chistopher Gordon, Richard Tognetti
País: EU
Año: 2003
Duración: 138 min.
Durante el siglo XIX el colonialismo inglés alcanzó su apogeo; en particular, su domino era patente en los mares. Buques militares y mercantiles con pabellón británico surcaban los océanos, trasladando por doquier no sólo mercancías y tropas, sino también informaciones básicas para el desarrollo de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos.
Uno de estos buques fue el HMS Beagle. En diciembre de 1830 zarpó del puerto de Plymouth, bajo el mando del capitán Fitz-Roy, comisionado para realizar un viaje de exploración alrededor del mundo. El Beagle era un pequeño bergantín con diez cañones, de 242 toneladas de peso y 28 metros de longitud. Su tripulación estaba compuesta por 74 personas, entre las que se incluía un naturalista a bordo, un joven de 22 años llamado Charles Darwin.
Para este joven, el viaje de cinco años fue más que una gran aventura. A pesar de su inexperiencia, se entregó con pasión a su trabajo de colectar minerales, plantas y animales que luego diseccionaba; fue una oportunidad única para explorar y describir paisajes, formaciones geológicas, topografías y vegetaciones jamás imaginadas. Lo observado y estudiado pasó a ser después reflexionado, dando lugar al surgimiento de una nueva concepción en torno al origen y la evolución de las especies.
En particular la estancia del Beagle en las Islas Galápagos, resultó fundamental para el desarrollo de esta nueva teoría, llamada a ser una de las más importantes en la historia de la ciencia. Aquí Darwin comenzó a formar una visión coherente de la evolución, inspirado por la presencia de tortugas gigantes, iguanas marinas y pájaros pinzones cuya longitud de pico variaba notoriamente entre una y otra isla del archipiélago. Todavía faltaban años de investigación y reflexión para enunciar la teoría de la evolución de las espacies por selección natural con autoridad, pero, por lo pronto, en estas islas las piezas empezaban a embonar: el mundo, tal como era concebido, no había sido creado en un solo instante de tiempo, sino que había evolucionado a partir de algo infinitamente primitivo, y seguía cambiando. Un claro ejemplo ocurría allí, en ese olvidado archipiélago volcánico en medio del océano.
¿Cuál es la relación de lo anterior con Capitán de mar y guerra, la película de Peter Weir que aquí comentamos? Para saberlo, hay que referir a uno de los personajes, no el principal, por cierto.
La historia se ubica a principios del siglo XIX, cuando los ejércitos de Napoleón, después de haberse apoderado de casi toda Europa, planean la invasión a Inglaterra. El capitán Jack Aubrey y la tripulación de su barco, el HMS Surprise, se dirigen al océano Pacífico para interceptar a una poderosa fragata francesa que pudiera tomar parte en el esperado intento invasor.
Aunque las escenas de acción están impecablemente logradas, no es ese el aspecto enfatizado, sino el de la experiencia humana de formar parte de una expedición de tal naturaleza, en condiciones sanitarias y de cohabitación muy difíciles. A ello se añaden los horrores de las heridas sufridas en batalla, vívidamente descritas por la excelente fotografía; destacan, en este sentido, las intervenciones que tiene que realizar el oficial cirujano.
Es precisamente este personaje el que interesa resaltar. Se trata de un profesional que además de hacerse cargo de los servicios médicos, cubre las funciones de naturalista a bordo, si bien la misión del Surprise, a diferencia del Beagle, es básicamente bélica. Estos rasgos humanistas del personaje – también comparte la pasión por la música con su amigo el capitán Aubrey – hacen un interesante balance guionístico con el violento modo de vida que, por lo demás, ha elegido.
Cuando el Surprise se detiene en las Galápagos, Stephen Maturin, nombre de nuestro cirujano naturalista, aprovecha la oportunidad para hacer un reconocimiento del lugar y colectar especímenes; así, entra en contacto con los mismos paisajes y animales ante los que – treinta años después – el joven Darwin experimentará los primeros atisbos de su revolucionaria teoría.
Para los que contestamos “darwinista” cuando se nos pregunta sobre nuestra religión, Capitán de mar y tierra es una película disfrutable, en tanto que constituye un homenaje - voluntario o no – a la hazaña intelectual surgida del viaje del Beagle. También podrá serlo para quienes simplemente gusten de las buenas historias navales.
0 comentarios:
Publicar un comentario en la entrada
<< Página principal